El poder sanador de la medicina y de la ciencia, se abre al potencial transformador, trasgresor e ilimitado de la Inteligencia Artificial. Una combinación perfecta para ámbitos cuya esencia es una apuesta continua por la innovación y el aprendizaje.
La Inteligencia Artificial supone grandes retos y tiene un largo camino por delante, pero ya está dejando patente su potencial infinito y convincente en el campo de la salud. Hablamos de su capacidad para procesar grandes volúmenes de datos de manera inmediata, gestionar información compleja con precision milimétrica, favorecer sistemas de cribado, mejorar las detecciones tempranas de patologías y lesiones, favorecer la medicina y el tratamiento personalizado, impulsar estudios predictivos en función del historial clínico de cada paciente y un largo etcétera. Una manera que puede favorecer la mejor atención al paciente y también una mejor toma de decisiones del especialista, optimizando la productividad y la eficiencia en determinadas tareas más administrativas y de gestión, permitiendo dedicar más tiempo a una atención personalizada, a la investigación o a la divulgación del conocimiento médico. Un ámbito en el que está impactando con especial interés la Inteligencia Artificial es el de la medicina deportiva. Los algoritmos ayudan a los especialista a monitorizar a los deportistas para hacer un seguimiento personalizado de su estado físico, conocer su rendimiento, prever y prevenir lesiones, mejorar los procesos de rehabilitación, así como potenciar al máximo el rendimiento poniendo su salud como prioridad, sobre todo su salud cardiovascular.
El prestigioso cardiólogo Josep Brugada, quien ha dirigido el equipo de cardiología deportiva del Fútbol Club Barcelona, consultor sénior del Hospital Clínic de Barcelona y director de la Unidad de Arritmias Pediátricas del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, comenta sobre el impacto de la inteligencia artificial en la medicina deportiva que “sin duda alguna, está entrando en todos los ámbitos de la salud y puede ser una ayuda inestimable para elementos que requieren de mucha protocolización. Por ejemplo, en el análisis de los electrocardiogramas puede ser una gran ayuda porque la inteligencia artificial ve y analiza todos los aspectos que nosotros le hemos enseñado y nos devuelve esa información sintetizada y organizada de tal manera que la podamos usar. Pero no nos olvidemos, que al final quien va a hacer el diagnóstico y quien va a tomar las decisiones siempre va a ser el médico. En la cardiología del deporte la inteligencia artificial puede sistematizar la forma en la que nosotros atendemos a un paciente. Puede hacer ver o recordar, todos los aspectos, algunos de ellos pueden ser extremadamente infrecuentes. También para que gente con menos experiencia en determinados aspectos tenga en la inteligencia artificial una ayuda para recordarle todas las posibilidades, todos los elementos clave para llegar al diagnóstico y al manejo adecuado de cada uno de los pacientes.”
La Inteligencia Artificial aún está sujeta a muchos debates tanto éticos, como de capacitación, adaptación y aceptación de una realidad que ya está aquí y plantea una nueva manera de entender y trabajar en el ámbito médico-científico, hecho que hace cuestionar y temer su uso. Sobre este tema el Dr. Brugada comenta que “no hay que temer a la inteligencia artificial. Muy al contrario, va a ser de una ayuda muy importante tanto para la cardiología del deporte como en tantos otros campos.”
La tecnología se posiciona como una aliada perfecta de la cardiología en particular y de la medicina general. Según el Dr. Brugada “la tecnología nos ayuda muchísimo, nos está permitiendo hacer cosas absolutamente extraordinarias en el tratamiento de pacientes con distintas patologías cardiacas. Por tanto, somos muy afortunados de vivir esta época en donde este boom tecnológico fantástico nos permiten, prácticamente, identificar y curar cualquier patología cardiaca.”
Más allá de la Inteligencia Artificial, otras tecnologías como la realidad aumentada y la realidad virtual también están impactando en la práctica cardiológica. Sobre su incursión en este campo, el Dr. Josep Brugada indica que “la realidad aumentada y la realidad virtual nos ayudan a visualizar cómo hacer determinadas intervenciones, cuál es el mejor elemento tecnológico para cada enfermedad o trastorno en pacientes concretos. La realidad virtual nos permite reproducir en el laboratorio, antes de hacer la intervención de una determinada patología y buscar y ver exactamente cuál sería el mejor tratamiento. Esto va a aumentar exponencialmente en los próximos años con la inteligencia artificial pero también con lo que es la impresión 3D, la reproducción de toda la información fuera del cuerpo del paciente, etc.”
Sin embargo, es la Inteligencia Artificial la gran protagonista de esta nueva era, una tecnología disruptiva que está democratizando el conocimiento como nunca antes, esto afecta muy especialmente al conocimiento médico y cientifico. La capacidad de crear y difundir contenidos de manera ilimitada supone importantes avances, pero también importantes riesgos y retos. Sobre ello, el Dr. Brugada comenta que “esa capacidad de llegar puede ser buena o puede ser mala en función de lo que comuniquemos. La inteligencia artificial está bien si la seguimos controlando nosotros y seguimos contrastando que la información que produce es información verídica. Tener profesionales absolutamente dedicados que sepan comunicar y que tengan el rigor científico para comunicar lo que está científicamente probado y demostrado. Y, sobre todo, tener muy claro cómo vamos a controlar todas esas informaciones falsas y cómo comunicar que algunas informaciones no están demostradas científicamente, que pueden ser la opinión de alguien o que pueden ser la desinformación de determinados medios, etc.”
La Inteligencia Artificial abre un nuevo abanico de posibilidades en el ámbito médico, en la manera de abordar la gestión y la investigación, de abordar la diagnosis, la prevención y el tratamiento personalizado, así como en la manera de abordar la investigación, la formación y la divulgación. Grandes esperanzas a las que se suman grandes debates que solo cabe afrontar con más conocimiento y más especializado, mayor visión crítica y analítica, más implicación en la innovación y una apuesta continua por los mejores expertos para que guíen y fomenten una actitud digital entendible, asumible y saludable.