El arte está por encima de todo. No compite con nada, con nadie, ni siquiera con el tiempo. El arte compite consigo mismo. No tiene edad ni le hace falta hablar de ella. Es eterno. Sus días de gloria no acaban, los reinventa. Le sobran las palabras, porque lo dice todo. Le sobran los focos, porque lo ilumina todo. Se puede permitir todos los lujos, hasta el silencio que lo libera de todas las condenas. En el silencio encuentra respeto. En las palabras se pierde. Porque la fuerza de la palabra, aún repetida y repetida y repetida, puede aburrir. El arte está en su sitio y va más allá, va donde quiere. Piensa con grandeza, actúa con grandeza. Es grandeza. En el arte cabe todo, está abierto a todo y a todos. El arte no busca nada. El arte solo ofrece. Ofrece tiempo, ese tiempo que nos queda para brindar por la felicidad. El tiempo que nos ofrece para aprender a entusiasmarnos con las cosas pequeñas que juntas nos hacen mirar mucho más allá de los mundos conocidos. El arte es acción y la acción es pasión. En el arte se crea. Se hacen cosas. El arte hace que pasen cosas y que se recuerden. No hay arte pequeño, ni vulgar, ni antiguo, ni moderno. Hay callejones de arte con infinitas salidas que diluyen las incertidumbres y las reinventar en historias llenas de color y belleza. Tangibles. Con sonido. Con formas y movimientos. El arte es grandiosidad. Se rodea de todo y de todos. De halagos y de críticas. De los mejores y de los peores. En el arte no hay nada definitivo, ni hay modas ni pasa de moda. El arte está lleno de círculos perfectos de deseo y busca más allá de lo mundano. Comparte a través del lienzo narrativas entusiastas, verdaderas e inventadas, las únicas capaces de convencer y hacer más felices las horas. Es tangible aún siendo imaginado. Se puede medir. Perturba y enamora. No deja nunca indiferente. No se olvida, nos agita la imaginación. El arte enseña a construir, a unir, a admirar, a querer, a crear momentos que nunca acaban. Transforma la nostalgia en sonrisas. Crece haciendo lo que le da la gana. Es libre. El arte está tan fuera de lo normal que todo lo normaliza. Todo lo arregla, todo lo une. No se prodiga ni se justifica. Convierte el dolor en fantasía. Abraza la historia y da paso a lo nuevo, sin más. Observa con curiosidad. No pone en duda el paso del tiempo, lo disfruta intensamente. El arte no personaliza, pero hace que cada persona sea única, eterna. El arte es autenticidad. Tiene el poder de lo universal, de lo imprevisible y de lo maravillosamente irreversible. El arte va más allá de la ética, de la estética, del discurso y de la reivindicación. El arte habla de cosas lejanas y atemporales. El arte es una dimensión tan especial, distinta y profunda que ahoga. Está fuera de cualquier espacio, de cualquier tiempo y de cualquier época imaginable.