García Márquez decía que “No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad”. Dudo que exista una frase que me guste más. Cuando la leí, supe exactamente cuál debía ser el propósito de mi obra: hacer felices a los demás. Y, por supuesto, que mi arte no tuviera despedida porque el arte no se acaba jamás, sobrevive en las mentes y en las almas de quienes lo contemplan y lo recuerdan y lo comparten. El arte no es de ninguna época. Es infinito y pertenece a todas las horas y los días del tiempo. El arte hecho con alma, es el arte soñado. Como decía Marcel Proust “vale más soñar la vida propia que vivirla, aunque vivirla es también soñarla.”
Porque el arte puede ir más allá del arte, prefiero no dejarlo sólo en el arte. Los artistas generamos riqueza de muchas maneras diferentes. Compartimos nuestras motivaciones, ideas e historias, con la temeraria valentía o descaro de exponernos a los ojos de la gente e invadir su espacio con nuestras creaciones. Generamos riqueza con talento e incluso con talante. Nuestras obras también pueden hablar más allá de la dimensión estética. Mis obras buscan la utilidad compartiendo mi conocimiento, mis herramientas y mis procesos creativos. De manera pública, cercana, cara a cara. Nuestra riqueza es buscar cada día todos los caminos para llegar al corazón y la memoria de la gente. Creamos, imaginamos, soñamos, comunicamos, viajamos, trabajamos, trabajamos mucho, para que nos vean, nos escuchen e incluso, que nos recuerden. Que recuerden, sobre todo, que somos profesionales y como tal, trabajamos para dar la mejor versión de todas y cada una de nuestras versiones. El arte es un bien de lujo, hecho para las élites. Hoy, el arte digital habla de descentralización y permite que los artistas nos acerquemos directamente al público buscando, como en mi caso, generar epidemias de felicidad y esperanza. Buscando ese grito de libertad que sale de las entrañas, ingrato, efervescente, apasionado, capaz de hacer que otros vean lo que ni yo he creado y ni soy capaz de imaginar. Mi obra es para todos. Es para el Casino de San Remo y sus museos, y también para los mochileros de la Patagonia que inundan de alegría esta sala de exposiciones del Aeropuerto de Málaga. El arte debe ser un bien universal y los artistas debemos estar abiertos a todo y a todos, sin excepciones. El arte debe unir, cerrar círculos de perfección y belleza.